El ataque del tigre.
El día de la operación, 12 de mayo, yo ya tenía un día internada en el hospital y me parecía que el tiempo corría muy despacio. Deseaba que ya fuera 16 de septiembre o andar poniendo el arbolito de navidad, es decir, andar ya en otras cosas. La verdad, ese día, solté; no pensé en que no me quería morir o que quién iba a cuidar mis cosas cuando ya no estuviera, y así…solo quería que corrieran los minutos, al menos que ya hubiera pasado la operación.
Mi hermana Valeria durmió conmigo esa noche en el hospital y Polo llegó muy temprano. No estaba permitido el paso a la sala pre operatoria y me despedí con un nudo en la garganta de dos de mis grandes amores en esta vida y segura estoy que de vidas pasadas.
El rato que estuve en la sala pre operatoria pude acercarme un poco más a lo delicado de la operación. Estaba el equipo del doctor Guzmán, que son como cuatro doctores ---tres de cuatro se llaman Eduardo, incluido él, por supuesto---, pero estaba también el urólogo, Daniel Olvera, saludé al doctor Guajardo y después llegó el doctor Rumbaut y me aclaró: “yo no voy a cobrar, solo vengo a echar porras, ja, ja, ja”, y en total había una docena de médicos más enfermeros y camilleros. Mucha gente. Me pusieron un sedante y a los dos minutos escuché lo último antes de la operación y era que el doctor Guzmán preguntaba a las enfermeras cuántas unidades de sangre habían pedido al banco y una enfermera dijo que cuatro, pero que ya llevaban ahí desde hacía rato; el doctor les pidió que trajeran una unidad más por lo que se fuera a ofrecer y yo opiné que no era necesario que las trajeran desde tan pronto que no se les fueran a echar a perder que las mantuvieran en el refri hasta que no se necesitaran, ja, ja, ja. Las drogas…
Valeria y Polo se fueron a desayunar ahí mismo en el hospital y como a las dos horas de que entré al quirófano va una enfermera a buscar a mi esposo y confirman que era él y le dicen que el doctor quería verlo. El susto es muy grande cuando te pronostican que la operación no durará menos de tres horas y se puede extender a todo el día, ya nos habían estado preparando para algo de ese tamaño. Polo se acercó y apareció el doctor Guzmán para decir que la operación ya había terminado, que todo estaba muy bien, que casi no había sangrado nada, que el riñón bye, una parte del colon bye y que la vejiga no había habido necesidad de quitarla y que la vena aorta no estaba siendo invadida todavía por el tumor así que pudieron trabajar sin grandes problemas y que el tumor medía 40 centímetros de largo y pesaba ¡cinco kilos y medio! Mis hijas fueron grandes, pero no tan grandes (¡mi Sofi pesó 4.200!). ¿Dónde traía yo todo eso? ¡Qué guardadito me lo tenía!
“Despierte, despierte. La operación terminó”. Mejores cinco palabras que había escuchado en mucho tiempo y hasta ahora nada las ha superado.
De ahí me pasaron a cuidados intermedios en donde estuve uno o dos días de los diez que iba a estar hospitalizada. Estaba bien, pero llena de tubos. Recuerdo que tenía dos en la nariz, uno en el cuello, un catéter en el pecho, una sonda para orinar, otro tubo que salía del estómago y colgaba con líquido medio sanguinoliento. De la sonda urinaria también colgaba otro receptáculo, también traía las canalizaciones a mi brazo para suministrar el suero y los medicamentos. No iba a ser fácil la recuperación. ¿Cómo iba a prescindir de todas esas tripas en diez días?
Yo estaba… como nunca en mi vida de aprehensiva, por decir lo menos. Me acuerdo que les recordaba a las enfermeras que las seis horas entre un gramo de paracetamol y el siguiente ya se iban a cumplir, que no se les olvidara y que si ya había llegado el turno de las siguientes enfermeras que me cuidarían porque yo oía como que estaban todo el personal en junta en el piso de cuidados intermedios y que no me iban a hacer caso ---por andar en otra cosa---cuando los requiriera y que la enfermera que me había hecho la curación no había sido muy cuidadosa y les pedía que me mandaran a la anterior porque esta no era tan experimentada como no se cuál otra. Ufffff. En la primera visita del doctor Guzmán a cuidados intermedios yo le traté de comentar todas mis quejas y mi esposo de sus quejas de mis quejas y…el doctor nos explicó: “En estos momentos no hay nadie más alerta que ella en todo el hospital; la agresión que sufrió su cuerpo es equivalente a que la hubiera perseguido un tigre y la hubiera atacado”.
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